Mejillas que se vuelven ligeramente rosadas cuando alguien te hace un cumplido, la inesperada aparición de acné en la cara el día antes de una entrevista, manchas rojas en el escote durante una presentación o la reaparición de un eccema tras pelearse con el tío René durante la comida familiar... sí, efectivamente existe un vínculo entre nuestro sistema nervioso y nuestra piel. No es de extrañar si se sabe que el cerebro y la piel se desarrollan en el útero a los 21 días de la etapa embrionaria.
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