Explorar la conexión entre la piel y el cerebro.
Para entender la neurocosmética, primero debemos entender nuestra piel.
Su composición y propiedades únicas constituyen el núcleo de este libro blanco y nos ayudan a explorar el vínculo entre la piel y el cerebro.
Antes de hablar de la estructura de la piel, debemos examinar sus funciones.
El punto de vista más tradicional apunta a la protección y la termorregulación, pero esta lista puede ampliarse a muchas otras cosas. Albert Kligman, en su libro, sólo empieza a nombrarlas: (Inmunológica, Endocrina, Metabólica, Psicosocial, Neuropsicoinmunológica, Y así sucesivamente...). Esto también se puede simplificar a dos funciones generales:
1. Establece barreras.
2. filtra los intercambios con el exterior.
Y es en esta última función en la que nos fijamos para comprender la conexión con el cerebro.

La piel, que es el órgano más grande, es también el soporte del mayor número de neurorreceptores.
De hecho, en un centímetro cúbico podemos encontrar hasta 800.000 neuronas y más de 10 metros de nervios.
Este intercambio puede producirse en múltiples niveles de entradas sensoriales desde la superficie de la piel, lo que también se describe como sensibilidad cutánea de la piel.
La arquitectura neural de la piel permite una gama muy amplia de reacciones, como la comunicación de la temperatura, el dolor o el picor, así como una de las sensaciones más fundamentales para el desarrollo humano, el tacto.
Algunas de estas reacciones se producen a nivel físico, otras a nivel bioquímico, un ámbito explorado principalmente por los expertos médicos y no por la industria cosmética.
La comunicación bidireccional, de la piel al cerebro y del cerebro a la piel, puede ayudar a toda la industria cosmética a explorar la noción de que, por un lado, el estado mental tiene un impacto directo en la salud y el aspecto de la piel y, por otro, es posible influir positivamente en el estado mental comunicándose con toda la red neurológica mediante aplicaciones tópicas de aceites, cremas y sueros.
NEUROCOSMÉTICA UNA DEFINICIÓN MUY CONTROVERTIDA
Aunque no se trata de un término científico oficial, la neurocosmética ha sido objeto de acalorados debates en los últimos años, en los que expertos y comercializadores de la industria cosmética tratan de adaptarlo a sus necesidades.
Se ha intentado adoptar este nombre para describir distintos tipos de productos. Uno de los más comunes, promovido por los comercializadores de cosméticos, era la noción de que los cosméticos ayudan al bienestar o afectar al estado de ánimo.
De la misma manera que una prenda de ropa bonita o un maquillaje pueden levantar el ánimo, los cosméticos pueden tener el mismo efecto. Sin embargo, este efecto procede de fuentes psicológicas y no bioquímicas. Y es esto último lo que realmente caracteriza a los neurocosméticos, como describió el profesor Misery en 2000:
"Podemos resumir este grupo de productos como productos no absorbidos aplicados sobre la piel, que muestran actividad sobre el sistema nervioso cutáneo o en general efectos sobre los mediadores cutáneos.
Por tanto, son los neurotransmisores presentes en los receptores de las células cutáneas los que constituyen el objetivo de la verdadera neurocosmética.
Por lo tanto, este campo se interesa principalmente por explorar ingredientes, tanto naturales como sintéticos, que puedan influir en el sistema nervioso. La gama de estos efectos puede variar, desde la sensación de temperatura -tanto de enfriamiento como de calentamiento-, pasando por la inflamación y el alivio del dolor, hasta los que afectan a los niveles de endorfinas y cortisol.

Ya en 1925 se descubrió que varias afecciones cutáneas podían tratarse con una combinación de psicoterapia. La inflamación, la psoriasis, el eczema, así como el envejecimiento, pueden atribuirse a un equilibrio químico relacionado con el estrés (cortisol) o la relajación (endorfinas u oxitocina).
Se ha desarrollado un nuevo campo científico denominado psico-neuro-endocrino-inmunología (PNEI) para explorar las relaciones entre la mente y los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario.

Algunos ejemplos de la comunidad científica exploran los efectos de los ingredientes neuroactivos en las terminaciones de las fibras nerviosas cutáneas, como moduladores de la liberación de neurotransmisores. Esto puede ilustrarse con ingredientes activos que estimulan la relajación de los músculos faciales, por lo que tienen propiedades alisadoras de las arrugas. También pueden disminuir la sensibilidad de la piel a los estímulos externos, haciéndola menos reactiva.
Los neurocosméticos suelen estar compuestos por diversos principios activos que interactúan con nuestro sistema nervioso y pueden combinarse o amplificar los efectos de otros ingredientes.
Por ejemplo, sustancias calmantes como el ácido glicirretínico, sustancias hidratantes como los polisacáridos (el más popular de los cuales es el ácido hialurónico) o extractos de plantas que favorecen la penetración de sustancias activas en la epidermis.
